Empecemos por decir que en las bellas artes solo denominamos “maestro” o “maestra” a aquel artista cuyo nivel interpretativo (en el caso de un músico) ha sido extraordinario; así como su recorrido artístico, destrezas, madurez, conocimientos vastos en muchas áreas y enseñanzas que trascienden lo cotidiano.
En el caso particular de don Walter, fue creador de un ambiente de enriquecimiento musical en nuestro país, y su entrega sin ningún tipo de egoísmo a sus alumnos es el motivo de que todos lo respetamos y queremos de la manera que lo hacemos. Y es que “don Wale”, como cariñosamente algunos le decimos, ha sido pilar fundamental en la música clásica costarricense desde la mitad del siglo XX hasta la actualidad.
“Don Walter pertenece a una generación de músicos valientes, en una época en que ser músico era difícil. Con su trabajo tesonero, contribuyeron de manera decidida a la transformación del oficio musical en la profesión musical. Gracias al trabajo generoso y comprometido de músicos como don Walter, Costa Rica puede estar orgullosa del nivel musical actual”.
Máster Ma. Clara Vargas
Hijo de una época de oro de la música clásica, el violinista Walter Field Gallegos representa a una generación de músicos costarricenses que vieron nacer el campo de la música clásica en Costa Rica a mediados del siglo pasado.
El maestro Walter Field inició sus estudios musicales a la corta edad de cinco años al lado de su abuela Doña Hermidia Montealegre de Gallegos, "con cubitos y guitarras pequeñas". Durante sus años en la Escuela Buenaventura Corrales, continuó con sus estudios de guitarra donde además formó parte de un cuarteto conformado por un acordeón, canto y maracas; con este ensamble interpretaba boleros y sones cubanos dando serenatas improvisadas con sus compañeros de escuela. A los doce años inició sus estudios formales de violín con el maestro Otton Lennartz -un presbítero alemán de los Paulinos del Seminario Menor en el colegio Seminario- con quien pronto formaría un cuarteto de cuerdas. Este ensamble estuvo conformado por su maestro en el primer violín, Field en el segundo, Mario Vargas en la viola y José Rivers en el violoncello. Con este cuarteto Field dio importantes conciertos, además de participar de una transmisión en la radio en La Voz de la Victor. Lamentablemente, de esta grabación no existen registros sonográficos. Durante esta época, también formó parte de la orquesta compuesta por el maestro Lennartz en el Colegio Seminario, integrada por estudiantes de música de la institución. Durante sus años de secundaria recibió lecciones de solfeo con el maestro Gonzalo Brenes, músico panameño graduado de Leipzig el cual había fundado el primer orfeón que existió en el país.
En 1941, luego de la fundación del Conservatorio Nacional de Música, inició sus estudios con el maestro Alfredo Serrano, quien era el concertino de la orquesta sinfónica que dirigía el maestro Hugo Mariani. Durante esta época, coincidiendo con la Segunda Guerra Mundial, se dio un exilio importante de grandes músicos europeos hacia América. Gracias a esto, el maestro Field tuvo la oportunidad de escuchar a algunos de estos músicos interpretando los grandes conciertos junto a la orquesta del maestro Mariani. Entre ellos cabe mencionar a Yehudi Menuhin (interpretando el concierto de Mendelssohn), al pianista Gyorgy Sandor, pero y muy especialmente al violinista Henryk Szeryng, quien le causó una gran impresión para el resto de su vida. En este momento el maestro Field relata cómo existen momentos claves en la vida de todas las personas que dejan marcas para toda la vida: para él, escuchar a Szeryng en dos ocasiones –la primera cuando Szeryng tenía 24 años y la segunda cuando tenía 30- fueron determinantes para establecer un punto de comparación con lo que escucharía en los años siguientes en Estados Unidos y en Europa. El maestro expresa que en aquella época, era difícil encontrar a alguien que se acercara a la calidad musical y técnica de este violinista.
A los 15 años, Field ingresó a la orquesta del maestro Mariani, que en esta época era todavía una orquesta semi-profesional. En 1948 participó en la Revolución, “disparando tiros para arriba y para abajo” -en sus propias palabras-, formando parte de batallones improvisados entrenados al oeste de La Sabana, y participando en enfrentamientos en la ciudad. (2) En 1949 viajó al New England Conservatory en Boston donde estudió con Frank McDonald y Richard Burguin. Este último, violinista ruso que fue concertino por cuarenta años y director asistente de la Sinfónica de Boston, fue también alumno de Leopold Auer y, por lo tanto, compañero de clase del eminente violinista Jascha Heifetz. Durante esta época de estudios del maestro Field en Boston, tuvo la oportunidad de participar con las orquestas de Conservatorio de New England y la Orquesta de Springfield.
En 1954 regresó a Costa Rica y empezó su carrera solística con la orquesta del maestro Mariani. Hizo su debut oficial con el Concierto para violín y orquesta de Tchaikovsky, además de interpretar los conciertos de Brahms y Mendelsohn. Para esta época empezó a impartir lecciones de solfeo en el Conservatorio Nacional de Música. Hacia 1957 realizó su primer viaje a Europa con el fin de continuar sus estudios en la Accademia Nazionale di Santa Cecilia en Roma, becado por el gobierno italiano. Participó también de las Stanze Musicali en Venecia durante los veranos, donde tuvo la oportunidad de ver, en las calles venecianas, a artistas tan importantes como Stravinsky o Mondrian, o asistir a un concierto junto con al Papa Juan XXIII. Es en Roma, cuenta el maestro, que tuvo un importante contacto con las artes plásticas y se sintió profundamente conmovido al estar rodeado de los lugares donde se escribió la historia de occidente. “Me siento italiano de nacimiento” me dice, al sentirse en contacto con el origen de las cosas por estar en la misma piazza donde Vivaldi componía sus conciertos en Venecia, o poder tocar el violín en famosas salas de concierto en toda Europa cuando hacían giras con las diferentes orquestas. Uno de los profesores que causó mayor influencia en él, fue el cellista Luigi Silva, quien en Venecia llevó a él y sus compañeros a una de las islas de la laguna a observar los frescos bizantinos. Se trataba de un profesor que no sólo se preocupaba por los aspectos musicales sino por la cultura general de sus estudiantes.
En 1959 viajó al Conservatorio de París para estudiar durante un año con el maestro Gabriel Bouillon. Este fue, el profesor que más influencia le causó. De la escuela franco-belga, la actitud, la presencia y la musicalidad de este violinista (de la misma línea de Nathan Milstein) eran plenamente admiradas por don Walter. Y aunque cuenta que este profesor no era de los que trataba de cambiar los aspectos técnicos de cada uno de sus estudiantes, su trabajo iba más allá, pues iba dirigido a desarrollar la parte artística de cada uno de ellos. Regresó a Italia en 1960 a estudiar en Sienna con la maestra Madame Ivonne Astruk -quien fuera alumna de Enescou-, como prolongación de la beca otorgada en 1957. Durante estos años compartió lecciones con Salvatore Accardo. En 1961 regresó a Costa Rica y, me relata, que durante el viaje en barco, no paró de amenizar con su violín y jugar largas partidas de ajedrez, su pasión más grande después de la música.
Una vez en Costa Rica, continuó con su nombramiento en el Conservatorio Nacional de Música. De forma paralela con su carrera solística, en 1962 fue campeón nacional de ajedrez. Además de las lecciones de teoría musical, trabajó junto con don Arnoldo Herrera en el Conservatorio Castella. En esta institutución realizó una enorme labor de difusión de la música contemporánea de vanguardia, especialmente la escrita en México, ya que Herrera tenía importantes nexos con ese país. El maestro Field tiene muy buenos recuerdos de lo que él llama “el experimento Castella” y de los excelentes resultados que éste dio. Para esta época también, prosiguió con su carrera solística y se convirtió en el primer costarricense en interpretar los conciertos de Beethoven y Las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Relata cómo hizo copias en Italia de los diferentes conciertos de Vivaldi, ya que esa música no existía en Costa Rica en partituras. En esos días no existían las fotocopiadoras, y las partituras no se vendían como hoy en día, a través de casas editoras, sino que eran copistas quienes estaban encargados de la difusión de las obras. De esta manera, es que aun existen copias de conciertos de Vivaldi transcritos por Don Walter hace más de cincuenta años, que se han tocado con la Orquesta de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica.
En 1963, el compositor costarricense Benjamín Gutiérrez le dedicó suConcierto para violín y orquesta. En 1964 asumió el puesto de concertino de la Sinfónica Nacional, el cual ejerció hasta 1984. Durante 1970, fue parte de la restructuración realizada a dicha orquesta, la “profesionalización” total que se dio en manos del maestro Gerald Brown, por quien el maestro Field siente una profunda admiración. Dice que, con el pasar de los años, cada vez se convence más de que en ese momento no existía nadie más capaz que el maestro Brown para realizar el cambio que necesitaba la orquesta [Sinfónica Nacional]. A partir de esta transformación, se tuvo una Orquesta Sinfónica Nacional de excelente calidad con la cual se realizaron excelentes conciertos, con músicos tanto nacionales como extranjeros. Desde 1984 ha impartido lecciones de violín y se dedica exclusivamente a la Escuela de Artes Musicales, donde hasta la fecha, lo encontramos trabajando día a día.
“El papá de todos los violinistas” le nombran los jóvenes estudiantes de violín que tienen la oportunidad de trabajar con él. Y es cierto, ya que de alguna manera prácticamente todos los violinistas de este país hemos sido alumnos de él en algún momento. De mi experiencia personal, tengo memorias invaluables de mis lecciones con el maestro Field. Su forma de entender la música va mucho más allá de los simples aspectos técnicos de la interpretación del instrumento: su interminable búsqueda de diferentes maneras de producir sonido lo han llevado a ver más allá del violín, tomando prestados elementos técnicos de otros instrumentos y adaptándolos al suyo para lograr sus resultados. Su manera de interpretar es holística, logra conjuntar todos los aspectos que un verdadero intérprete debe tener: el entendimiento técnico, musical, artístico, discursivo y el carisma que se necesita para que el público se disponga a escuchar y entender lo que el intérprete desea comunicar. El producto final es el la esencia misma de la música, la melodía que se transforma de notación musical a una sucesión de sonidos que transmite un mensaje donde, si bien el intérprete es efímero, es quien le imprime todas las características que necesita para existir. Este aspecto, el maestro Field no tiene comparación. Producto de una sensibilidad e inteligencia superiores, mezclado con el contacto con el mundo artístico de los años sesentas en Europa, el resultado es un intérprete de un amplio conocimiento y experiencia que a lo largo de su carrera ha logrado realizar interpretaciones sin igual.
El maestro Field es un punto de referencia de suma importancia dentro de la historia musical de Costa Rica. Todos los violinistas tienen una anécdota que contar de Don Walter, así como el resto de los músicos de cualquier instrumento. Su calidad humana y carisma le han convertido en uno de los profesores de violín más importantes del país, además de su calidad artística de la cual ya hemos comentado. El término “artista” reúne una serie de características difíciles de cumplir, pero en el caso del maestro Field todas están presentes. (3) Es un tesoro musical costarricense al cual tenemos que reconocer como uno de los pilares de la formación del campo de la música en nuestro país.
“Al final me he vuelto más nihilista, me aprecio más en el sentido de no saber nada, de no tener ninguna respuesta: mientras no tenga alguna respuesta, entonces puedo encontrarla, si puedo encontrarla quiere decir que tengo que variar un poco, si tengo que variar un poco quiere decir que me estoy moviendo, si me estoy moviendo estoy vivo –gracias a Dios–... Si llego a una conclusión absoluta sobre algo quiere decir que me paro, si me paro quiere decir que no hay tiempo, quiere decir que no hay vida, entonces ya no soy. Por eso me encanta revisar las cosas, me encanta que me corrijan; no es una falsa humildad, es la delicia de poder encontrarse uno de nuevo.”(Palabras de Walter Field Gallegos, en la entrevista realizada el 15 de mayo del 2008).
Aparte de la música, don Walter tiene 3 pasiones: el ajedrez (en 1962 campeón nacional) y su enseñanza de este juego a sus nietos; la fotografía y las computadoras Mac. En los tres campos se ha hecho un experto, como en cualquier otra cosa que hiciera, ya que su gran inteligencia, educación envidiable, vasta cultura e impresionantes conocimientos en cualquier campo hacen de don Wale el ser humano que es.
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